Los científicos niegan o descubren a Dios a través de sus ecuaciones.
¿Cómo definir a Dios? La Real Academia Española lo hace así: “ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo”.
La Teoría de la evolución –actualmente aceptada por las autoridades vaticanas– eliminó la idea de un dios creador en biología, pero trasladó la discusión a la arena de la física de partículas. Entre los científicos hay de todo entre dos extremos: desde los ciegamente religiosos hasta los furiosamente ateos.
El asunto es que, cuando se busca a Dios bajo el microscopio, la lupa o el telescopio, no se deja ver.
Ante la imposibilidad de conocer o probar la existencia de Dios, el agnosticismo –que considera inaccesible al entendimiento humano el conocimiento de lo divino– queda como la tercera vía.
El mismo Albert Einstein era agnóstico, aunque estaba convencido de que hasta lo incomprensible podía ser comprendido. “Ninguna agencia de investigación asignaría fondos para que un científico se dedicara de tiempo completo a probar la existencia de Dios”, dice el astrofísico mexicano Omar López Cruz. Es experto en la evolución del universo, reconocido por los modelos que ha propuesto sobre la formación de galaxias. “Al universo ni le interesa lo que yo haga.
Desde una visión evolucionista, la salvación del alma es independiente de la evolución del cosmos”, comenta. Criado en el seno de una familia profundamente religiosa, en sus épocas universitarias no pudo terminar de leer Why I Am Not a Christian, del matemático británico Bertrand Russell: demasiado conflicto.
Hoy se dice agnóstico, pero asegura que no es la astronomía la que lo ha alejado de Dios: “Han sido los mismos seres humanos”. En los últimos 10 años, tras el atentado a las Torres Gemelas, los ateos han endurecido públicamente su posición. “Muchos de nosotros veíamos a las religiones como un sinsentido inofensivo. Aunque las creencias carecen de suficiente evidencia, pensábamos que si la gente las necesitaba, qué peligro podía haber en eso.
El 11 de septiembre cambió todo”, escribió el biólogo británico Richard Dawkins, quien a partir de los acontecimientos se declaró enemigo acérrimo de las religiones. “Habíamos guardado un extraño respeto que protegía la religión de la crítica. ¡Basta de ese maldito respeto!”.
Dawkins no tiene nada contra Dios –para él no existe–.
Su protesta es contra el fanatismo religioso, porque en nombre de la fe, las personas se vuelven intolerantes, atacan a quienes no comparten o cuestionan a Dios y son capaces de atentados suicidas en nombre de su religión.
La maldad, la ausencia del bien y las atrocidades disminuyen la probabilidad de que Dios exista. Así lo plantea Stephen Unwin, un físico británico que calcula en 67% la probabilidad de la existencia de una divinidad.
Unwin utilizó el Teorema de Bayes para argumentar su fe. La aplicación práctica de este teorema sirve para calcular el precio de las acciones en la bolsa de valores o la resistencia de materiales en un sismo cuyas variables son concretas y medibles.
Pero con Dios solamente se pueden elegir variables arbitrarias y asignar valores basados en las creencias propias: el origen del universo es más posible con la existencia de Dios, 67%; Dios existe y desató la evolución, 50%; hay un Dios detrás de las experiencias místicas y religiosas, 62%. Unwin incluso arriesgó la ocurrencia de calcular que, basado en su fe religiosa, la probabilidad de Dios aumentaba a 95%.
Así como Unwin utilizó afirmaciones subjetivas para hacer sus estimaciones, Dawkins hizo lo mismo con proposiciones igualmente parciales: le arrojaron un 99.9% en contra de la existencia de Dios.
“Hace mucho tiempo, los matemáticos dejaron de buscar la prueba de la existencia de Dios”, explica Margarita Medina Herrera, directora del Departamento de Física y Matemáticas del Tecnológico de Monterrey. “Lo que Unwin presenta no es una prueba, es un cálculo de probabilidad”.
Aunque ella es creyente, su fe no le impide revisar científicamente la supuesta demostración de Unwin:
“Es un cálculo subjetivo que se puede hacer de otra manera y dar otro número, por tanto, no es exacto. Además es un cálculo que no incluye todas las variables y no podría incluirlas porque nadie sabe cuáles son”.
La Teoría de la evolución –actualmente aceptada por las autoridades vaticanas– eliminó la idea de un dios creador en biología, pero trasladó la discusión a la arena de la física de partículas. Entre los científicos hay de todo entre dos extremos: desde los ciegamente religiosos hasta los furiosamente ateos.
El asunto es que, cuando se busca a Dios bajo el microscopio, la lupa o el telescopio, no se deja ver.
Ante la imposibilidad de conocer o probar la existencia de Dios, el agnosticismo –que considera inaccesible al entendimiento humano el conocimiento de lo divino– queda como la tercera vía.
El mismo Albert Einstein era agnóstico, aunque estaba convencido de que hasta lo incomprensible podía ser comprendido. “Ninguna agencia de investigación asignaría fondos para que un científico se dedicara de tiempo completo a probar la existencia de Dios”, dice el astrofísico mexicano Omar López Cruz. Es experto en la evolución del universo, reconocido por los modelos que ha propuesto sobre la formación de galaxias. “Al universo ni le interesa lo que yo haga.
Desde una visión evolucionista, la salvación del alma es independiente de la evolución del cosmos”, comenta. Criado en el seno de una familia profundamente religiosa, en sus épocas universitarias no pudo terminar de leer Why I Am Not a Christian, del matemático británico Bertrand Russell: demasiado conflicto.
Hoy se dice agnóstico, pero asegura que no es la astronomía la que lo ha alejado de Dios: “Han sido los mismos seres humanos”. En los últimos 10 años, tras el atentado a las Torres Gemelas, los ateos han endurecido públicamente su posición. “Muchos de nosotros veíamos a las religiones como un sinsentido inofensivo. Aunque las creencias carecen de suficiente evidencia, pensábamos que si la gente las necesitaba, qué peligro podía haber en eso.
El 11 de septiembre cambió todo”, escribió el biólogo británico Richard Dawkins, quien a partir de los acontecimientos se declaró enemigo acérrimo de las religiones. “Habíamos guardado un extraño respeto que protegía la religión de la crítica. ¡Basta de ese maldito respeto!”.
Dawkins no tiene nada contra Dios –para él no existe–.
Su protesta es contra el fanatismo religioso, porque en nombre de la fe, las personas se vuelven intolerantes, atacan a quienes no comparten o cuestionan a Dios y son capaces de atentados suicidas en nombre de su religión.
La maldad, la ausencia del bien y las atrocidades disminuyen la probabilidad de que Dios exista. Así lo plantea Stephen Unwin, un físico británico que calcula en 67% la probabilidad de la existencia de una divinidad.
Unwin utilizó el Teorema de Bayes para argumentar su fe. La aplicación práctica de este teorema sirve para calcular el precio de las acciones en la bolsa de valores o la resistencia de materiales en un sismo cuyas variables son concretas y medibles.
Pero con Dios solamente se pueden elegir variables arbitrarias y asignar valores basados en las creencias propias: el origen del universo es más posible con la existencia de Dios, 67%; Dios existe y desató la evolución, 50%; hay un Dios detrás de las experiencias místicas y religiosas, 62%. Unwin incluso arriesgó la ocurrencia de calcular que, basado en su fe religiosa, la probabilidad de Dios aumentaba a 95%.
Así como Unwin utilizó afirmaciones subjetivas para hacer sus estimaciones, Dawkins hizo lo mismo con proposiciones igualmente parciales: le arrojaron un 99.9% en contra de la existencia de Dios.
“Hace mucho tiempo, los matemáticos dejaron de buscar la prueba de la existencia de Dios”, explica Margarita Medina Herrera, directora del Departamento de Física y Matemáticas del Tecnológico de Monterrey. “Lo que Unwin presenta no es una prueba, es un cálculo de probabilidad”.
Aunque ella es creyente, su fe no le impide revisar científicamente la supuesta demostración de Unwin:
“Es un cálculo subjetivo que se puede hacer de otra manera y dar otro número, por tanto, no es exacto. Además es un cálculo que no incluye todas las variables y no podría incluirlas porque nadie sabe cuáles son”.