Los años bisiestos, aquellos en los que el mes de febrero tiene un día extra, existen por razones meramente astronómicas.
Pero muchos 29 de febrero también están asociados a hechos curiosos de carácter menos científico.
Aquí compartimos con ustedes 10 cosas a considerar, al menos por un día y hasta dentro de cuatro años.
1. Los años bisiestos existen por culpa del "la falta de precisión" de nuestro Sistema Solar: un año terrestre (el tiempo que tarda la tierra en girar alrededor del sol) no se completa en un número exacto de días.
En otras palabras, un año no tiene en realidad los 365 días que nos enseñan en el colegio, sino 365,2422 días (aproximadamente).
2. Antes de Julio César el calendario romano tenía 355 días e incluía un mes extra de 22 días cada dos años.
Pero eso hacía que los mismos días de fiesta tuvieran lugar en diferentes estaciones y épocas del año.
Para evitarlo, César le ordenó a su astrónomo Sosígenes que simplificara las cosas.
Para evitarlo, César le ordenó a su astrónomo Sosígenes que simplificara las cosas.
Y Sosígenes concibió el calendario de 365 días con un día extra cada cuatro años, para acomodar las seis horas extras que, según sus cálculos, se acumulaban cada año.
Así nació el Calendario Juliano y con él los 29 de febrero.
3. Por regla general los años bisiestos se dan cada cuatro años. Pero no exactamente.
Noten, por ejemplo, que un año que es divisible por 100, pero no por 400, nunca va a ser un año bisiesto.
Así, 2000 fue un año bisiesto y 1600 también. Pero 1700, 1800 y 1900 no lo fueron.
"Parece un poco arbitrario", admite el profesor emérito de matemáticas de la Universidad de Warwick, Ian Stewart.
Pero hay una buena razón para ello.
"El año tiene 365 días y un cuarto... o casi. Si fuera exactamente así se podría decir que los años bisiestos se dan cada cuatro años. Pero en realidad su duración es un poquito menor", explica Stewart.
Y es por eso que cuando el papa Gregorio XII y sus astrónomos introdujeron el Calendario Gregoriano en 1582, optaron por "botar" tres días extras cada 400 años.
Según Stewart, esa solución tendrá que ser revisada dentro de 10 mil años. Pero para entonces, la humanidad tal vez estará empleando otro calendario.
4. ¿Por qué hay un 29 de febrero y no un 31 de febrero?
Todos los otros meses tienen 30 o 31 días, pero, como cuenta Stewart, febrero es una víctima del ego del emperador romano Augusto.
Bajo el reinado de Julio César el mes de febrero tenía 30 días, pero cuando Augusto fue coronado emperador quiso que su mes -agosto, que entonces tenía 29 días- tuviera al menos el mismo número de días que el mes dedicado a su predecesor -julio, que tenía 31-.
"Así que quitó un día de aquí y otro de allá. Y fue el pobre febrero el que salió perdiendo", explicó Stewart.
5. Durante mucho tiempo, en Gran Bretaña, las mujeres sólo podían proponer matrimonio los 29 de febrero.
Algunos dicen que la responsable es Santa Brígida, quien el en siglo V se quejó ante San Patricio de que muchas mujeres tenían que esperar demasiado a que sus pretendientes se decidieran a pedirlas en matrimonio.
Y San Patricio entonces les dio a las mujeres un día, cada cuatro años, para que tomaran las riendas del asunto: el último día, del mes más corto del calendario.
También se dice que para esa época la reina Margarita de Escocia impuso una ley que ordenaba una multa para los hombres que no aceptaban las propuestas de matrimonio hechas por mujeres durante los años bisiestos.
Pero los escépticos han hecho notar que Margarita tenía entonces nada más cinco años y que vivía en la lejana Noruega.
Una explicación más creíble es que la tradición se remonta a la época en la que el año bisiesto no era reconocido por la legislación inglesa.
Como el día no tenía estatus legal, romper la tradición parecía más aceptable.
La misma agarró fuerza en el siglo XIX. Y, en Gran Bretaña, las mujeres interesadas en proponer matrimonio los 29 de febrero pueden echar mano a un poema que para ese propósito escribió una monja desconocida.
6. La tradición se vive de diferente manera en otros países europeos.
En Dinamarca, por ejemplo, las propuestas matrimoniales femeninas se hacen los 24 de febrero, en un guiño al calendario Juliano.
Y los hombres que deciden no aceptar la propuesta deben regalarle a sus fallidas prometidas 12 pares de guantes.
En Finlandia el regalo para suavizar el rechazo no son guantes, sino tela para fabricar una falda.
Mientras que en Grecia los matrimonios en años bisiestos se consideran de mala suerte, por lo que muchas parejas optan por evitarlos.
Mientras que en Grecia los matrimonios en años bisiestos se consideran de mala suerte, por lo que muchas parejas optan por evitarlos.
7. Se dice que las posibilidades de nacer en un año bisiesto son de una en 1,641.
Esto se calcula sumando el día extra del bisiesto a los mil 460 días que hay en cuatro años.
Pero, como explica Stewart, este cálculo no toma en cuenta los tres días que hay que restar cada 400 años.
Pero, como explica Stewart, este cálculo no toma en cuenta los tres días que hay que restar cada 400 años.
Y los nacimientos acostumbran concentrarse más en algunos meses que en otros, por diferentes factores.
8. No solo el calendario Gregoriano necesita años bisiestos.
El actual calendario iraní es un calendario solar que incluye 8 días extra en cada ciclo de 33 años.
El Calendario Nacional de la India y el Calendario Bangla revisado de Bangladesh han ubicado sus días extra para que coincidan con los 29 de febrero del calendario Gregoriano.
9. El eclipse lunar del 29 de febrero de 1504 le fue de mucha ayuda a Cristobal Colón durante su cuarto y último viaje.
Luego de permanecer varado por varios meses en Jamaica, sus relaciones con los indígenas que poblaban la isla empezaron a deteriorarse.
Pero Colón, que conocía la fecha del eclipse, reunió a los jefes indígenas ese día y les dijo que Dios iba a castigarlos pintando la luna de rojo si no continuaban proporcionándole comida a él y su tripulación.
Otro dato histórico curioso vinculado a los 29 de febrero es que las primeras órdenes de arresto en contra de "Las brujas de Salem" fueron entregadas el 29 de febrero de 1692, en el pueblo de ese nombre, en Massachussets, Estados Unidos.