En la penumbra de una noche estrellada, donde el murmullo del viento canta, te vi llegar, como un susurro, y en tu andar, el tiempo se quebranta. No hace falta que trates, no hay razón, tu esencia fluye, suave y divina, cada paso que das es una canción, una danza que al miedo destina. Tus ojos, dos faros en el infinito, me atrapan con su luz casi mágica, y aunque mi alma se sienta herida, en tu presencia todo parece crítica. La forma en que mueves tu cuerpo, es un arte que sabe a destello, un magnetismo que me envuelve entero, como el fuego que abraza sin duelo. Podrías hacerme llorar, lo sé, no con lágrimas de tristeza o dolor, sino con la belleza que eres tú, con esa melodía que mi corazón atesoró. Cada giro, un poema escrito, cada mirada, un verso encantado, y en el eco de tu risa suave, los ecos de mis sueños quedan guardados. Eres el latido de esa música antigua, que resuena en mis venas como un río, un reflejo de estrellas q...
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