Ciudades imaginarias

Argia, con nombre de mujer

El emperador de los tártaros, Kublai Kan recibe de Marco Polo la descripción de las ciudades que visita. Como no conoce su idioma, el mercader veneciano tiene que representarlas. Todas tienen nombre de mujer, como Argia, la sepultada. Esto ocurre en Las ciudades invisibles, obra escrita por el italiano Italo Calvino en 1972.



Utopía, el no-lugar

Es una república ideal en la que el autor, Tomás Moro, elegido diputado británico, describe una sociedad sin propiedad privada ni ejércitos. Utopía, término acuñado por Moro, designa un “No-lugar”, o un “lugar ilocalizable en ningún sitio”. Escrita originalmente en latín, en 1516

Ínsula Barataria, el reino de Sancho
La única ínsula del mundo rodeada por tierra en vez de por mar. Célebre por el gobierno que, con sincera rectitud, desempeñó el fiel Sancho Panza. Así lo imaginó Miguel de Cervantes en 1615 en El Quijote.


Macondo, la aldea de los Buendía

En sus calles vivieron, a lo largo de 100 años, seis generaciones de la familia Buendía. El premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez pintó esta aldea en su novela Cien años de soledad. Cuando llegaron a Macondo los primeros Buendía, “el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.

Xanadú y el sueño del opio

La ciudad, sus árboles del incienso y su  río Alfa son fruto del ensueño de un poeta inglés, Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), con la imaginación exaltada por el consumo de opio. Coleridge situó Xanadú en las costas de Asia, y escribió que fue allí donde Kublai Kan mandó construir el fabuloso Templo del Placer.

Liliput, la isla de los enanos

El doctor Lemuel Gulliver conoció reinos como Broddingnag, Lapuda y Liliput, habitados por enanos, gigantes y caballos parlanchines. Después, decidió escribir su azarosa vida. Tras su mano está el irlandés Jonathan Swift, quien escribió Los viajes de Gulliver en 1726. Concretamente, Liliput es una ciudad habitada por enanos que se encuentran en guerra con sus vecinos de la también diminuta Blefescut. la cusa de la querella es que unos postulan que hay que cascar el huevo por uno de sus extremos y otros por la mitad.