El Anciano y la Criatura:



Una vez, una criatura llamada hombre, deseaba hacer algo más que el simple hecho de mirar cómo el sol salía por el este y cómo se ocultaba en su otro extremo.

En ese preciso momento, un sabio anciano se acercó y le dijo:

- Si deseas hacer algo por ti mismo y por otros como tú, sólo recorre este camino junto a mí.

La criatura se levantó y acompañó al anciano.

Caminó a su lado sin detenerse un minuto. Observaba, al transitar el nuevo camino, cómo los árboles daban frutos y las praderas se teñían de bellos y diferenciados colores.

Algunas veces tenían tonalidades de blancos, otras veces ocres y en muchas otras, verdes y multicolores.

En un instante del sendero, el hombre le dijo al desconocido y silencioso anciano:
- Siento que cada vez que avanzamos, pasamos por el mismo lugar; aunque el paisaje nunca es mismo.

- Es verdad... respondió el anciano.

- Y ¿qué es lo que hace que todo cambie al pasar frente a mi?, preguntó el hombre.

- El trabajo de la Naturaleza, respondió sonrientemente el anciano sabio.

- ¿Y este camino, adónde me lleva?, insistió la criatura humana.

- ¡A donde tú quieras llegar! exclamó el anciano, mientras se alejaba lentamente.

El Hombre, apenas percibiendo la silueta del anciano, hizo su última pregunta, levantando su voz para que el sabio escuchase:

- ¿Quién eres tú?

- Pues, mi nombre es “TIEMPO”.