Resaltemos los valores.*

Estuve leyendo un libro que se refería a diversas parábolas, en las que predominaba diferentes valores como el amor, la amistad, la solidaridad.

Presento algunas que a mi juicio son bellas y dejan que reflexionen.

UNA REUNIÓN ODIOSA

Hubo un día terrible en que el odio convocó a una reunión a todos los sentimientos nefastos del mundo. Y cuando todos estaban reunidos, dijo el odio:
“Los he reunido aquí porque quiero con todas las fuerzas matar al amor”. Y trataron de matarlo el mal carácter, la ambición, los celos, la frialdad, el egoísmo, la indiferencia, la enfermedad. Ninguno logró el propósito.
Pero alguien dijo: “Yo mataré el amor”. Y lo logró: fue la rutina

DISFRUTAR LA VIDA

Cuenta L. Tolstoi que un hombre rico y emprendedor se horrorizó cuando vio a un pescador tranquilamente recostado junto a su barca, contemplando el mar y fumando apaciblemente su pipa, después de haber vendido el pescado.

–– “¿Por qué no has salido a pescar?” –le preguntó el hombre emprendedor.

–– “Porque ya he pescado bastante por hoy” –respondió el apacible pescador.

–– “¿Por qué no pescas más de lo que necesitas?” –insistió el industrial.

–– “¿Y qué iba a hacer con ello?” –preguntó a su vez el pescador.

–– “Ganarías más dinero –fue la respuesta– y podrías poner un motor nuevo y más potente a tu barca. Y podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon, con las que sacarías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas… Y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico y poderoso como yo”.

–– “¿Y que haría entonces?” –preguntó de nuevo el pescador.

–– “Podrías sentarte y disfrutar de la vida” –respondió el hombre emprendedor.

–– “¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?” –respondió sonriendo el apacible pescador.


NO FIJARSE EN EL ASPECTO

Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus vestidos sucios y harapientos, que recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.
Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran a la anciana. Cuando ésta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez para recoger cosas del suelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.

Muchas semanas más tarde supieron que la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales para que los niños no se hirieran los pies.