Cruza la pierna y se mueve, sin apuro, casi protocolar y me recorre.
Está dispuesta a la eterna armonía.
Es su deseo, pero nada aventaja si dentro de mí pugnan las viejas trampas y las lágrimas empiedran los trillos mejores donde creo y descreo con la cera de la vela que ilumina la inquietud, el desasosiego: ese saber que algo sucede antes de saberlo.
El miedo al miedo.
El dolor al dolor.
Esta paz se va: tiene apetencias que una uña desbarata que el humo del cigarro mutila que la cavidad del sueño espanta.
Esta paz es un error apuñalado por las sombras.