Un hombre llegó a una aldea con una corneta misteriosa de la que pendían paños rojos y amarillos, cuentas de cristal y huesos de animales.
-Esta es una corneta que ahuyenta a los tigres -dijo el hombre. -A partir de hoy, por una modesta suma diaria, yo la tocaré todas las mañanas, y ustedes nunca van a ser devorados por estas terribles fieras.
Los habitantes de la aldea, atemorizados ante la amenaza de ser atacados por un animal salvaje, aceptaron pagar lo que el recién llegado pedía.
Así pasaron muchos años, el dueño de la corneta se hizo rico y se construyó un hermoso castillo. Cierta mañana, un joven que pasaba por el lugar preguntó a quién le pertenecía aquel castillo. Al enterarse de la historia, resolvió ir hasta allí para conversar con el hombre.
-Oí decir que el señor tiene una corneta que ahuyenta a los tigres -dijo el joven. -Sucede, sin embargo, que no existen tigres en nuestro país. Ahí mismo el hombre convocó a todos los habitantes de la aldea, y le pidió al muchacho que repitiera lo que acababa de decir.
-¿Escucharon bien lo que dijo? -gritó el hombre, una vez que el joven hubo terminado. -¡Ésta es la prueba irrefutable del poder de mi corneta!