En una ocasión, estaba El Ermitaño, el Elegido, contemplando las tumbas del pequeño cementerio de la aldea. Se paseaba por entre las tumbas como quien pasea por un jardín. Tal era la paz y el buen semblante del Ermitaño.
No tardó en correrse la voz entre los deudos que se encontraban en el lugar de que el Bien Amado se encontraba allí y muchos se acercaron donde el.
Al verlos, El Ermitaño, el Elegido, dijo:
—Veo que vosotros, como yo, habéis venido a recordar a vuestros difuntos.
Esto ciertamente que es bueno, no nos debemos olvidar de nuestros hermanos que ya partieron de este plano.
Entonces, un anciano le dijo al Ermitaño:
—Bien Amado, háblanos de la muerte.
Y el Elegido contestó:
—¿Queréis que os hable sobre la muerte? Escuchadme, también he aprendido las canciones que tratan de la muerte. Luego, sentándose en la orilla de una tumba dijo así:
—Viejos huesos que ocupáis esta tumba, permitidme descansar aquí, pues me han pedido que cante las canciones que aprendí sobre la muerte.
—¿Queréis que os hable sobre la muerte? ¿Acaso lo sabéis ya todo sobre la vida? Porque la muerte es la continuidad de la vida y no un ocaso eterno como habéis oído decir. Por eso nos preocupa tanto la muerte, porque es un hecho propio de la vida; mas no debe asustarnos, porque la muerte no es otra cosa que el boleto de regreso al sendero de la evolución. Quien muere, ciertamente, no desaparece, su alma escapa volátil y se sitúa en planos superiores. La muerte es, en realidad, un encuentro con la vida, con la Vida Eterna a la que no es imposible renunciar.
A muchos habéis oído nombrar a la muerte con diversos nombres. Siglos hace que un pobrecillo la llamó "hermana", con gran justeza, mas yo la llamo "novia", porque a todos nos seduce y todos nos vamos con ella.
Ley natural de la vida es la muerte y sinónimo verdadero de la libertad y de la vida. Porque libre queda nuestra alma de nuestro cuerpo y libres también nuestros sentimientos de las emociones.
Honrad a la muerte, sin temerla, que ella llegará en el momento adecuado.
No os pongáis por delante de ella, que es una novia demasiado caprichosa y podría ignoraros hasta el momento que no la deseéis.
Recordad siempre que la muerte no es un misterio, es lo más cierto que conscientes sabemos desde el nacimiento. Recordad siempre que la muerte no es un misterio, pero se requiere conocer primero el sentido de la vida, conocer las canciones de la sabiduría.
Y así como procuráis que vuestra novia sea digna de compañera, procurad
también que la Novia Muerte os encuentre dignos de ella, porque la muerte es el paso más importante que damos en la vida.
Y a aquellos que ya se han marchado, honradlos siempre, porque desde el lugar en que estén os ayudarán con su experiencia, así como os quisieron ayudar cuando estuvieron en este mundo.
Así dijo El Ermitaño, el Elegido, y empezó a depositar flores en las tumbas.