Cuando luchas por cambiar aspectos de ti, estás negando lo que eres en esencia y estás realizando juicios acerca de ti mismo y es lo que hace que te sientas cansado, porque te agotas a ti mismo. Debido a que la fatiga que produce juzgarte a ti mismo es algo realmente intolerable. Cuando no te consideras valioso enfermas. Si
te aceptases tal como Dios te creó, sería imposible que pudieses sufrir.
Amarte a ti mismo es curarte a ti mismo, sanas al vivir junto a los otros y amarles. Si amarse a sí mismo significa curarse a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos. Por lo tanto estás pidiendo el amor que te puede sanar, pero que te niegas a ti mismo. Y cuando te lo niegas a ti mismo te desvalorizas y te sientes pequeño saboteando todas tus buenas intenciones, todos tus sueños, por considerarte inferior.
Cuando sientas que no eres capaz de hacer algo, imagina a todas las personas desesperadas que están esperando por tus obras más elevadas, por tu dosis de amor y se mantienen sufriendo hasta que decidas llevar a cabo los deseos de tu corazón. Vivimos constantemente en una lucha interior procurando ser más de lo que
somos, pero sólo es una máscara que te colocas a ti mismo, porque queremos ser más porque nos dejamos de aceptar como somos en un vano intento por recibir reconocimiento exterior, cuando el aplauso tiene que ir por dentro. Uno de los mayores logros en mi vida han sido cuando me he aceptado tal y como soy, de pronto como por arte de magia lo que quería cambiar desaparece en mí, porque he dejado la lucha que no produce más que depresión.
Recordar que cada parte de nosotros se expresa con la intención de darnos amor tanto a nosotros como a otros, el aceptarnos con todo aquello que nos agrade y nos desagrade de nosotros abre la puerta para que se pueda amar con intensidad, abriendo el corazón, permitiendo que la luz libere los pensamientos negativos que hemos aprendido de nosotros mismos al querer compararnos con otros.
Esos “dragones internos” los has creado tú mismo, ya es hora de apagar el fuego que sale de él con la intención de atacarte, Dios no puede crear la imperfección, sólo lo hace la personalidad que te has creado. Acepta que eres perfecto y verás como esos supuestos fallos de personalidad empiezan a ceder.