El fenómeno de los poseídos se puede comparar con otro más corriente en la historia de la religión popular: la posesión. Se trata de casos en los que se considera que el demonio habita el cuerpo de un humano. Las palabras que éste pronuncia (blasfemias, invectivas) y los gestos (en particular el desenfreno sexual) son entonces imputables, no a su voluntad sino a la presencia del demonio en su interior. El exorcismo es la técnica que utiliza la religión para expulsar al mal espíritu y liberar a la víctima.
De los tiempos de Jesús. Los relatos de posesión y de exorcismo no están ausentes en la Biblia.
En el evangelio según San Marcos, por ejemplo, Jesús conoce a un hombre que está «poseído por un espíritu impuro», de una violencia tal que «nadie tenía ya fuerza para domarlo y no podían siquiera amarrarlo con una cadena». Jesús ordena a los demonios salir del cuerpo del hombre y encarnarse en los cerdos de una piara que pasaba por las proximidades. Entonces los animales se arrojaron al
mar y se ahogaron, pero «aquel que había sido demoníaco» fue salvado.
En la época moderna. En Europa las posesiones ocurren, generalmente, en las mismas zonas donde ha habido olas de brujería (el norte de Francia, Lorena. Alemania y los Países Bajos). Al contrario de la brujería la posesión es un fenómeno individual, que atañe más a los citadinos que a los campesinos; además, suscita más compasión que represión. Las más célebres son las victimas de
posesión en Aix-en-Provence (1609), las de Loudun (1632- 1640) y en Louviers (1642-1 647).