No hay más, sólo mujer.


No hay más. Sólo mujer para alegrarnos, 

sólo ojos de mujer para reconfortarnos, 
sólo cuerpos desnudos, 
territorios en que no se cansa el hombre. 
Si no es posible dedicarse a Dios 
en la época del crecimiento, 
¿qué darle al corazón afligido 
sino el círculo de muerte necesaria 
que es la mujer? 



Estamos en el sexo, belleza pura, 
corazón solo y limpio.

Autor: Jaime Sabines.