Susurros del alma.



En la penumbra de mi ser,
donde las sombras danzan,
guardé tu risa como un eco,
un murmullo en la distancia,
susurrando promesas que nunca fueron.

Tus ojos, faros de un mar soñado,
navegaron mis anhelos,
pero la tormenta llegó,
y nuestras barcas se hundieron en el silencio.

Las flores de nuestra historia,
marchitas por el tiempo y el olvido,
se desvanecen entre suspiros,
como estrellas que titilan antes de caer.

Cada recuerdo es un ladrillo,
que construye un muro entre tú y yo,
y aunque palpite mi corazón,
la realidad me abraza con su fría verdad.

Camino por senderos de añoranza,
donde el pelo se tiñe de gris,
las risas se convierten en ecos lejanos,
que susurran dulces mentiras,
prometiendo un futuro que no será.

De tus manos, las caricias se desvanecieron,
como arena entre mis dedos,
y en ese instante, comprendí,
que el amor puede ser un hermoso espejismo
o una cruel ilusión.

Te buscaba en cada rincón,
en cada rayo de sol que se asomaba,
pero solo hallé la sombra de un deseo,
un anhelo envuelto en desilusión.

Así, dejo que el viento se lleve mis lamentos,
que borre las huellas de lo que fue,
u en la tristeza de este adiós,
encuentro la paz de saber que,
a pesar de todo, sentí, y que amar,
aunque duela, es un regalo de la vida.