a la noche le robaría
los espacios eternos
que en el día no puedo mirar.
II
Tu olor impregnado en mi pecho
ni el café lo podrá quitar,
en inquietante vaivén,
cuan olas temblorosas,
mi agitación crece
ante tu presencia.
III
Eres la noche que me cubre de fuego,
en donde las estrellas se apagan una a una,
para que nosotros a oscuras,
con la calma de lámparas encendidas
dejemos de existir en el firmamento.
Ellas, todas ellas, como parcelas de aurora,
caen en tierra, paseadas por el viento del amor,
entran en tu cuerpo, una a una te nutren,
con escarcha resplandeciente,
llegan a tu océano para que desde el fondo
de este universo, me hagas tuyo
en la oscuridad eterna
IV
El resplandor es nuestro
en la felicidad de las almas;
no es el egoísmo el que impera,
Con el celo; como vela al temor
de consumirse y de apagarse
en el viento fuerte se conserva,
Allí, tu perla iluminada.
V
En tu vientre de futuro extraño a mis latidos,
poco a poco, como buzo en las profundidades,
ilumina en su linterna,
la maravilla de los mares,
sin temor de ser devorado
por cualquier tempestad, en el olvido
VI
Eres mía, soy tuyo,
lo único que importa,
es que estamos en el fondo del océano
cual nave sumergida en el olvido,
nuestro barco reposa seguro,
en fondo inquieto, esperando
ser nuevamente visitado
en su rescate de amor,
para que en el mañana,
se diga que existió,
un gran amor.
VII
Así mi pluma, te llama en canción
de algo que no existe,
como las sirenas son al mar y a su canto,
tengo miedo de perderme en el encanto,
de no volver a verte, estando sumergido,
me pierdo del profundo.
VIII
Estoy a flote en la superficie
incierta de tu piel, que sin olvido
con un gran respiro tembloroso
me condujo como camino seguro,
cual cintas de luz trasparentes
que viven regadas en ti…
IX
De repente todo cambia,
los colores son diversos,
una vida diferente, en tu costa,
como el que observa con lupa,
todo se engrandece de tu célula
al mirar a lo profundo,
estas viva en cada una…
Eres una gota de océano
completa en ti misma,
que al sudor de tu respiro,
en movimiento de amor pasional,
creas tus propias olas,
Ellas son eternas en ti,
como el sol, que cae cada mañana.
X
Aterriza en ti, el ocaso de ensueños,
estamos vivos, respiremos juntos un nuevo día,
cada uno tiene desde lo profundo,
el oxigeno necesario para vivir…
Tú para ser mar, yo para ser hombre,
tus algas te protegen de los peces
que se alimentan en tu regazo,
cual bacterias quisieran inquietarte,
lo único que logran, es acicalarte,
como cuando el viento te peina.
XI
No estás sola en este mundo,
que por amor te complace en lo profundo,
eres luna sumergida de estaciones
que das vida a la variedad de la vida,
y de tu vientre pares perlas…
XII
Nuevamente llego a tu superficie de ensueños,
a tus mares transparentes…
Todos se juntan al unísono
como si el remolino,
los atara en agujero negro
sujeto en el firmamento.
XIII
En el espejo de tu reflejo
vive vivaz el resplandor,
donde el liquido es liquido,
la membrana del mundo acuosa,
la materia negra cobra vida,
en cada una de tus gotas,
células del firmamento,
gotas de rocío…
Estoy sin fuerzas de tanto nadar,
tengo miedo de ahogarme
y morir prontamente.
XIV
Pido calma al cielo,
Pienso, si me desespero
me ahogo, muero,
veo grandes peñas
que se asoman,
la corriente bravía
me aproxima,
cual grito de una madre
que siente que el hijo
se le ahoga y pido auxilio,
para que regrese
sano y salvo, a tierra firme.
XV
Extenuado por mí lucha,
ella es intensa,
mis brazos se rinden al abandono;
si mi destino es morir en ti,
no puedo hacer nada,
no se lucha contra la corriente,
quién soy yo, solo contra un mar,
tengo miedo que el deseo de la calma
me sumerja en ti ,sin ver los míos…
XVI
Eres esperanza de vivir en tierra firme,
cada uno tiene un mundo, estamos separados
por fronteras sutiles de contacto,
como puertas ellas se abren presurosas
para dejarme entrar en sus olas,
olas que se levantan, olas que mueren,
puertas que se abren, puertas que se cierran.
XVII
Permíteme sin tener bote llegar a salvo,
como un joven que se aferra a su tabla en ayuda,
llevo a salvo, con mis piernas temblorosas,
no quiero el regaño de mi padre, no es soberbia.
Ni el calor de mi madre en ese instaste de furor.
XVIII
Solo, poco a poco camino,
caigo de rodilla en la arena,
como si el perdón del celestial
me habría escuchado.
Estoy sin fuerzas de tanto nado,
eres isla, eres mar, eres todo el universo.
Tú, mujer océano, mujer isla, mujer tierra,
eres mi todo por un instante,
aunque te desvanezcas como el viento
y comprenda que existen
muchos mundos en el mundo.
No podemos vivir con mascaras
en ellos para respirar.
Tú no puedes salir y hacerte presente,
yo no puedo vivir oculto todo el tiempo sin respirar.
XIX
¿Que cosa hacer para no olvidar?
En el nado, a la salvación de tu mar
En el encanto, piso firmemente
tus costas, en la isla de tu amor,
que frondosa en vegetación me alimenta.
Sin querer seguir siendo naufrago
de las olas en tempestad,
me cobijo en la isla del encanto,
no quiero rescate,
eres la Maga Circe de mi vida,
contigo soy un Viernes, un Crusoe, todo junto,
con tal de estar cerca de ti.
XX
Existen perlas en el océano, están distantes,
cada uno cuida de su estrella el brillo,
y todas juntas al unísono te cantan,
para que veas en tu tristeza de alegría,
de saberte que eres un mundo profundo,
pero que como el castillo sumergido,
esta en lugar, donde los hombres,
todos ellos no podemos vivir.
XXI
Déjame en mi transmutación de desesperación
no alejarme de tus costas, de tus mares, de tus brillos,
déjame convertirme en un pez.
Nadar en ti, en la marea de la eternidad,
terrenal y celestial, evapórame en partículas de amor,
llévame al padre, a la madre, en ciclo interminable de vida.
XXII
Eres vida eterna, en cada molécula tuya suspendida,
que como nube vuelta lluvia tengo a tu regazo,
eres el fracaso de mi angustia;
Contigo, la calma, en noche de camino de luna.
Eres guía de mi estrella, cuan fenicio antiguo
que te surca como vikingo sin temor
al morir abrazado suavemente en el olvido del tiempo.
Eres eso, tiempo espacio, que se tocan
con sus olas vigorosas, cansadas y eternas.
XXIII
No me dejes mar de ensueños
que algún día regresaré desde mis costas,
a surcarte nuevamente en cruce de continentes.
Estaré ahí eternamente, en la arena de mi polvo,
el día de mi muerte, para que me abraces en tu arena
con tu mar y entre tus olas me arrulles por siempre.
Autor: Rafael Marcone