El tiempo pasa y mientras más pasa me doy cuenta lo voluble que soy, la impotencia de no saber manejar los sentimientos, que nos envuelven y nos llevan más allá de la imaginación, más allá de tú propio ser, más allá del raciocinio, esa manifestación de pasión, de amor, de ilusión que creíamos dormida, entumecida, vasto una mirada, una sonrisa, un empuje para caer en los encantos de la musa, una musa adormecida por los años, una musa adaptada y acostumbrada a la monotonía de una vida elegida.
Pero apareciste tú con tu magnífica sonrisa y tú ímpetu de grandeza, proveniente de un mundo desconocido y lleno de una vitalidad jamás vista, mis ojos empezaron a ver borroso, empezaron a enfocar las formas que se habían perdido, los sabores que se habían extraviado con el tiempo, los miedos salieron, los sueños abrieron sus puertas al horizonte diciendo es hora de vivir, es hora de soñar, es hora de renacer, de vivir, dejar los temores, abrir los brazos al infinito y por un momento creía volar, creía vivir la magia de la vida, sin importar más nada, la enseñanza la vida misma.
La vida que me muestra otras maneras de ver, de sentir, de amar, de crecer, saber que ahora manejas tú vida, que eres dueño, de crear tus sueños, tus logros, tus metas, saber que puedes, que eres parte del universo, ese universo desconocido y que lo conocí gracias a ti.
Si a ti, que llegaste en el momento ideal, en el momento que dormía un sueño de cien años, me besaste sutilmente como el roce del viento a los pétalos de las rosa, así me despertaste y me enseñaste que lo que uno desea te desea, que el futuro es uno mismo,
Que uno forja sus propios sueños, sólo hace falta la confianza y me enseñaste a amarme y valorarme por eso, esa oda a ti……………………
Autor. Leiba Hernández.